La Calidad de la Autoconciencia en la Indagación Compasiva

Compassionate Inquiry es un enfoque psicoterapéutico caracterizado por tres componentes principales:

  1. 11 Cualidades que el terapeuta ha encarnado y aporta a la relación terapéutica;
  2. 22 Habilidades que el terapeuta ha desarrollado y emplea;
  3. 17 Hitos que se utilizan orgánicamente en una línea de indagación con el cliente.

Sabemos por investigaciones publicadas en los últimos 25 años que las cualidades personales del terapeuta y su conexión con el cliente son determinantes más fuertes para un resultado terapéutico exitoso que el enfoque terapéutico específico que se emplea. La terapia ocurre entre dos individuos, y la sanación es proporcional a la fuerza de la relación terapéutica. Dado que estamos heridos en relación, también existe la posibilidad de sanar en relación. He llegado a reconocer que los problemas que mis clientes traen a nuestras sesiones son también problemas que están en mí. En CI llamamos a esto la “compasión del reconocimiento”. La exploración y resolución que ocurre en cada sesión beneficia tanto al cliente como al terapeuta. En Compassionate Inquiry, la relación del terapeuta con el cliente es una de “estar con”, mientras los acompaña en un viaje mientras profundizan en la autoconciencia, la autocomprensión y la autocompasión.

¿Qué cualidades buscan los clientes en los terapeutas? Las investigaciones y el sentido común sugieren que las cualidades que forjan un vínculo seguro entre el terapeuta y el cliente son: calidez, empatía, compasión y respeto. Cuando estas están presentes, es probable que la terapia sea exitosa sin importar las técnicas o modalidades que se empleen.
En Compassionate Inquiry, invitamos al terapeuta a encarnar 11 Cualidades que pueden enriquecer y profundizar la alianza terapéutica. Estas son: 1) presencia empática; 2) autoconciencia; 3) confianza en los sentimientos e intuiciones propias; 4) autenticidad; 5) curiosidad; 6) confianza; 7) no juicio y aceptación; 8) compasión; 9) humildad; 10) juego; 11) desapego.
En este artículo exploraremos una de esas cualidades: la Autoconciencia.

Ci Quality Of Self

Fotografía por Ashley Batz en Unsplash

¿Qué es el Ser?

Para entender la autoconciencia, es necesario primero definir el ser. ¿Hacia qué ser estamos dirigiendo la conciencia? Los enfoques psicoterapéuticos y las disciplinas espirituales tienen marcos conceptuales muy diferentes para el ser.
Para los fines de este artículo, me referiré al ser como la totalidad del individuo, compuesto de todos los atributos característicos, conscientes e inconscientes, mentales, emocionales, físicos, espirituales y energéticos. El ser está influenciado por el tiempo y el lugar en que habita, así como por los contextos ancestrales, relacionales, sociales, históricos, culturales, políticos y ecológicos que lo rodean. El ser está interconectado e interdependiente de los seres vivos, la geografía, el suelo, el aire, el agua, los recursos, el clima y las condiciones planetarias que lo rodean. El ser es simultáneamente el testigo y el experimentador, tanto la audiencia como el actor en una obra llamada ‘Vida’.

11 Dimensiones del Ser

Las dimensiones del ser que son pertinentes para captar la autoconciencia son que el ser:

  • Tiene agencia, intención y elección en cómo responde a los estímulos.
  • Tiene la capacidad para y se orienta hacia el crecimiento y el desarrollo.
  • Está motivado por valores, un sentido de propósito y metas.
  • Es capaz de ser consciente y responder a las señales del cuerpo físico en el momento presente.
  • Es capaz de ser consciente y responder a las señales del entorno externo en el momento presente.
  • Pasa por un proceso de individuación, buscando la satisfacción, la autorrealización y la totalidad.
  • Puede acceder a la sabiduría interna y la guía interna, y tiene la capacidad de saber lo que necesita y desea.
  • Es un patrón emergente y dinámico de interacciones, más que una entidad estática y estable.
  • Está influenciado por las sensaciones corporales, la salud física, la edad y la postura, junto con los contextos ancestrales, relacionales, sociales, históricos, culturales, políticos, geográficos y ecológicos. Estos informan la personalidad, la fisiología, los patrones mentales-emocionales, los estados de ánimo y la expresión del ser.
  • Tiende a identificarse con lo que se aferra a través de los sentidos y la mente perceptiva, incluyendo el cuerpo físico, aspectos de la personalidad, emociones, patrones de pensamiento, eventos y creencias fundamentales.
  • Tiene la capacidad de ser desapegado y sin forma, el testigo de todo, inmune a los fenómenos, como pura conciencia.

¿Qué es la Conciencia?

Ahora que hemos descrito el ser, exploremos el significado de “conciencia”. Una definición de conciencia es “el conocimiento y comprensión de que algo está sucediendo o existe, interna, externa y/o relacionalmente, basado en información y experiencia”. La conciencia es la capacidad de percibir, sentir, notar y ser consciente de lo que está dentro o fuera del ser individual, contenido dentro y más allá del tiempo y el espacio.
La conciencia puede dirigirse hacia un proceso interno, como llevar atención a las sensaciones y emociones en el cuerpo; al sonido y la sensación de la respiración o el latido del corazón; a los pensamientos o impulsores internos; al movimiento del cuerpo en el espacio circundante; o a los objetos y eventos externos percibidos a través de los sentidos, como los colores de una flor, la frase en una pieza de música, el sabor de una marca particular de café o té, el calor cerca de una estufa de leña, o el olor de la menta fresca. Nuestra conciencia también está programada para registrar peligros externos potenciales, así como señales de seguridad.
La conciencia puede dirigirse a nuestras vidas relacionales: cómo nuestras palabras y acciones impactan a los demás y afectan la dinámica recíproca de una pareja, familia, comunidad, lugar de trabajo, país, clima, otras criaturas o especies, la tierra e incluso el espacio.
La conciencia es una cualidad que se desarrolla a través del tiempo, la maduración, la experiencia, la práctica, la reflexión, la exposición a una variedad de perspectivas y culturas, y la socialización. Nuestra conciencia estará influenciada por nuestra educación, los miembros de la familia y las culturas, medios y entornos que habitamos. La conciencia implica que estamos abiertos y dispuestos a aprender algo nuevo, a expandir nuestra perspectiva. La práctica espiritual dedicada de la meditación, concentración, absorción y contemplación puede mejorar la conciencia. 

Lamentablemente, la conciencia a gran escala entre los humanos parece escasamente faltante – ¿de qué otra forma podemos entender la crisis climática, las guerras entre naciones, los devastadores efectos de la contaminación por microplásticos, el continuo desfile no observado de especies marchando hacia la extinción, y la ominosa proliferación sin oposición de chatarra espacial? Estos son solo algunos de nuestros fracasos interrelacionales globales, a pesar de tener montones de información y pruebas experimentales de que nuestras acciones e inacciones tienen consecuencias que amenazan la supervivencia de los ecosistemas globales. La conciencia precede a la responsabilidad – una vez que somos conscientes del impacto de nuestras acciones, podemos asumir la responsabilidad y la iniciativa para cambiar el resultado.

Autoconciencia en los Humanos

La autoconciencia se refiere a nuestra capacidad de reconocer y comprender introspectivamente nosotros mismos – nuestros pensamientos, sensaciones, emociones, creencias, intuiciones, sueños, fantasías, motivaciones, necesidades, cuerpo y comportamientos. Implica ser consciente de nuestra propia existencia como un individuo separado pero conectado con una historia, características, patrones mentales-emocionales, atributos físicos, fortalezas y limitaciones, y experiencias únicas, existiendo en un contexto particular en el que podemos elegir cómo mostrarnos.
La autoconciencia puede dirigirse hacia el cuerpo. La interocepción es el término dado a nuestra capacidad de percibir el sentido interno dentro del cuerpo – notando cosas como tensión en el abdomen, calor y apertura en el corazón, el ritmo cardíaco acelerándose o disminuyendo, o la inquietud en las piernas. Ser consciente de los estados emocionales como alegría, tristeza, vergüenza, disgusto, gratitud, amor, miedo y enojo, y sus sensaciones corporales acompañantes, son otros ejemplos de interocepción. En este momento, ¿qué notas en tu propio cuerpo? Puedo sentir el calor en mi estómago por una taza de té caliente reciente y la frescura en la parte superior de mis pies.
La autoconciencia incluye la conciencia de la apariencia física y la imagen. Durante una reciente llamada de Zoom con un terapeuta conocido, no pude evitar notar con diversión y familiaridad las múltiples veces al principio de la llamada que el terapeuta se arreglaba el cabello con las manos mientras observaba su imagen, aparentemente ajeno al hecho de que estaba siendo observado por cientos de personas. Reconozco esta misma secuencia en mí misma – el hábito de revisar mi apariencia en un espejo o en una pantalla; la rápida evaluación y un ajuste reflexivo automático para considerarme más aceptable para los demás.

En los seres humanos, la autoconciencia incluye reconocer y nombrar los propios rasgos de personalidad, necesidades y deseos, sesgos, creencias, juicios y pensamientos. La autoconciencia nos ayuda a despojarnos de nuestro condicionamiento, lo que nos brinda una mayor libertad para elegir cómo responder en cada situación, aumentando así nuestra capacidad de acción.

La capacidad de acción es un objetivo fundamental de la psicoterapia, y se fortalece con una mayor autoconciencia. Se refiere a nuestra habilidad para tomar decisiones intencionales, hacer elecciones y dirigir nuestras vidas en base a nuestros valores, intuición, talentos, metas, necesidades, deseos y entorno. Desarrollar esta capacidad nos permite pasar de sentirnos estancados o impotentes a moldear activamente nuestras vidas con confianza, compromiso y propósito.

Autoconciencia en Otras Especies

Una prueba utilizada para evaluar la autoconciencia en animales es la Prueba del Espejo. Esta prueba consiste primero en exponer al animal durante un tiempo prolongado a su reflejo en un espejo, y luego colocarle una marca visible en el cuerpo que solo puede verse con la ayuda del espejo. Si el animal usa el espejo para investigar o intentar quitar la marca, se considera que posee cierto nivel de autoconciencia.
Algunos animales que han pasado la Prueba del Espejo incluyen chimpancés, bonobos, orangutanes, gorilas, elefantes, delfines, orcas, urracas, cascanueces ¡e incluso ciertas especies de hormigas! (Sí, se ha observado que las hormigas marrones intentan quitarse marcas azules cuando se miran en un espejo).
Las especies que pasan esta prueba de manera consistente suelen ser altamente sociales, lo que sugiere que los animales sociales desarrollaron cerebros más grandes y una mayor capacidad cognitiva para gestionar relaciones sociales complejas que implican colaboración y vínculos estrechos. Por ejemplo, los chimpancés pueden formar estructuras sociales complejas con grupos de hasta 150 individuos. Las orcas viven en grupos liderados por una matriarca mayor y sus descendientes masculinos y femeninos. Los hijos adultos permanecen con su madre durante toda su vida, mientras que las hijas adultas y sus crías pueden alejarse temporalmente, pero suelen encontrarse cerca del grupo original. Las hormigas viven en colonias que van desde cientos hasta millones de individuos, según la especie. Cada hormiga interactúa con docenas o cientos de otras hormigas diariamente.

La Socialización Potencia la Autoconciencia

La autoconciencia se potencia cuando vivimos en estructuras sociales complejas e interactuamos con otras personas en nuestras actividades cotidianas. Al convivir y conversar con familiares, pares, colegas y miembros de la comunidad, tenemos la oportunidad de interpretar comportamientos y reaccionar de diversas maneras. Este proceso de elegir una respuesta afina nuestro sentido del yo. Podemos estar de acuerdo, en desacuerdo, aceptar o rechazar lo que se nos comunica. Cuando me entero de que alguien tiene una percepción sobre mí, sea halagadora o no, reflexiono sobre si es cierta, y así me vuelvo más consciente de mí mismo/a.
En gran medida, nos conocemos a través de cómo los demás responden a nosotros.
Cuanto más socialmente involucrados estamos, más familiarizados nos volvemos con la naturaleza humana, y reconocemos las motivaciones, estrategias de afrontamiento, fortalezas, limitaciones y patrones inconscientes en los demás, que también podríamos compartir o imitar. Aumentamos nuestra inteligencia emocional, empatía, intuición y sentido de precaución saludable al interactuar con una amplia variedad de personas. Podemos buscar modelarnos a partir de quienes nos inspiran y aprender a evitar o alejarnos de quienes podrían hacernos daño.
Nuestro autoconcepto se desarrolla a partir de la retroalimentación que recibimos de los demás. Si las personas nos perciben de forma positiva y nos lo comunican, nuestra autoestima se fortalece. Si nos menosprecian, juzgan, acosan o rechazan, nuestra autoestima se ve afectada. Nuestra personalidad se moldea por las personas que nos rodean. A su vez, tenemos la oportunidad de influir en el autoconcepto de otros, de forma positiva o negativa, a través de nuestra comunicación y acciones. Este es el milagro de la terapia. Como terapeuta, tengo la oportunidad de contribuir a un autoconcepto saludable en mi cliente mediante la forma en que respondo, reflejo, valido e investigo su proceso.
Cuando conversamos sobre algo que nos importa —ya sean emociones, situaciones, experiencias o ideas— desarrollamos una mayor autoconciencia si otra persona nos escucha con atención, nos refleja lo que ha escuchado y comparte su perspectiva. Esto puede arrojar luz sobre lo que está inconsciente, no reconocido o reprimido en nosotros, alentándonos a vernos con una mirada más amplia.
A medida que nos adaptamos a diferentes roles, expectativas y oportunidades en nuestra familia, trabajo y redes sociales, llegamos a conocer nuestras preferencias, valores y capacidades. Tomamos decisiones, establecemos límites, elegimos prioridades, gestionamos conflictos y distribuimos tiempo y recursos en función de lo que se espera de nosotros o de lo que valoramos. A través de una secuencia de elecciones de comportamiento, tomamos conciencia de quiénes estamos destinados a ser y de lo que ya no es compatible con nuestro yo en evolución.

La Autoindagación Genera Autoconciencia

La autoconciencia puede desarrollarse a través de un proceso de indagación. Obtengo mucha más claridad al hacerme una pregunta que al decirme lo que “debería” hacer. En Compassionate Inquiry, la aceptación y la curiosidad reemplazan gradualmente al juicio y al control. Algunas de las preguntas que fomentan la autoconciencia son:

  • ¿Qué estoy creyendo sobre mí en este momento?
  • ¿Qué creo sobre la otra persona? ¿Estoy segurx de que es verdad? ¿Existe alguna otra posibilidad?
  • ¿Cuál es el impacto de esta creencia en mí y en lxs demás?
  • ¿Qué noto en mi cuerpo mientras escucho a la otra persona hablar?
  • ¿Qué noto en mi cuerpo mientras hablo?
  • ¿Qué emoción está presente en este momento?
  • ¿Mis palabras son coherentes con lo que siento?
  • ¿Estoy expresando lo que siento?
  • ¿Qué no estoy expresando?
  • ¿Qué parte de mí está hablando o actuando en este momento? ¿Qué edad siento que tengo cuando esta parte se expresa?
  • ¿Qué necesito? ¿Qué deseo?
  • Si esta sensación o emoción pudiera hablar, ¿qué diría?
  • ¿Cuál es el mecanismo de defensa que está activo en mí en este momento? ¿Qué está haciendo por mí? ¿Qué está protegiendo?
  • ¿Qué es importante para mí? ¿Cuáles son mis valores? ¿Los estoy viviendo?
  • ¿Qué disfruto?
  • ¿Cuál es mi responsabilidad en esta situación y qué no lo es?
  • ¿Qué no estoy aceptando de mí en este momento? ¿Qué me impide tener autocompasión y autoaceptación?
  • ¿Cómo me estoy juzgando? ¿Este juicio es la voz de alguno de mis padres o cuidadores tempranos?

Cómo Desarrollar la Autoconciencia

Desarrollar la autoconciencia es un proceso de toda la vida que implica introspección, reflexión y observación de los propios pensamientos, emociones y comportamientos; además de la integración de las experiencias vividas y la apertura a la retroalimentación de los demás. La autoconciencia incluye reconocer el impacto de nuestras acciones y luego ajustar nuestro comportamiento para generar un impacto más deseable. Afortunadamente, hoy soy mucho más consciente de la pérdida de conexión con mis hijxs cuando ofrezco consejos no solicitados, en comparación con hace diez años. He aprendido a hacer preguntas en lugar de dar respuestas.

Existen varias prácticas que pueden apoyar el cultivo de la autoconciencia, como: llevar un diario, la meditación, la contemplación o la autorreflexión, pedir retroalimentación a otras personas, la psicoterapia, prácticas mente-cuerpo como el yoga, el tai chi y el qigong, ejercicios de respiración. Disfruto profundamente los momentos durante la meditación o las caminatas en el bosque, cuando surgen espontáneamente ideas o comprensiones, y sé qué hacer a continuación o cómo resolver una situación difícil. Para algunas personas, también pueden ser útiles herramientas de autoevaluación como cuestionarios, listas de verificación o encuestas.

Como practicante de Compassionate Inquiry, mi autoconciencia se profundiza —y la sesión es más significativa para mi consultante— cuando practico lo siguiente:

  1. Prestar atención a lo que está presente en el momento, y aumentar la calidad de esa atención.
  2. Dividir simultáneamente mi atención entre lo que noto en mí (sensaciones, emociones, tensiones, juicios, pensamientos espontáneos, cambios de ánimo) y lo que observo en el/la cliente (lenguaje corporal, mirada, postura, respiración, tono de voz, palabras, expresiones, movimientos, disociación, nivel de apertura, mecanismos de defensa).
  3. Aumentar mi sensibilidad: abrir las puertas de la percepción un poco más para escuchar, sentir y ver más. Esta mayor conciencia me guía a hacer la pregunta adecuada en el momento adecuado.
  4. Apertura: permitirme sentir el impacto físico, emocional y energético de lo que percibo del entorno, sin cerrarme a mí misma ni cerrar al/la cliente por no poder sostener su experiencia o emociones intensas.
  5. Curiosidad: sentirme motivada a aprender más sobre el/la cliente y sobre mí, y sobre cómo nuestra interacción puede acercarnos a una mayor resonancia y comprensión.
  6. Discernimiento: reconocer lo que surge en mí como resultado de mi condicionamiento o experiencias pasadas, y lo que pertenece al/la cliente. Durante la sesión, mi enfoque es responder al/la cliente y apoyar su exploración. También discierno cuánto de una reacción (ya sea del/la cliente o mía) proviene del presente y cuánto del pasado. Discierno si las palabras provienen de un lugar auténtico o de un intento por mantener la seguridad y el apego.
  7. Traer coraje al encuentro: coraje para mirar mi reacción ante algo que dice el/la cliente; para decir que cometí un error o que pasé algo por alto; para ser vulnerable y compartir algo sobre mí cuando eso fortalece la alianza terapéutica; para hacer una pregunta difícil que podría despertar dolor en el/la cliente; para reconocer lo que está presente en mí, en el/la cliente o en una verdad no dicha.
  8. Aceptar: la autoconciencia con juicio es dolorosa y debilitante. La autoconciencia con aceptación de todo lo que surge es liberadora.
  9. Autocompasión: añade un abrazo cálido a la autoconciencia. Sin compasión, la conciencia puede volverse seca, rígida y solitaria. Cuando ambas se nutren juntas, nos volvemos compañerxs sabios y amorosos de nosotros mismos y de lxs demás.
  10. El desapego mejora la autoconciencia. Una visión fija, la necesidad de tener la razón o un juicio fuerte pueden oscurecerla.
  11. Ecuanimidad: cultivar suficiente calma interna como para responder con equilibrio a lo que el/la cliente trae a la sesión, y a lo que surge en mí en respuesta. Puedo estar presente, aceptar, sentir curiosidad y comprender. Si surgen juicios o reacciones, puedo notarlos y autorregularme.

Autoconciencia en un/a Practicante de Compassionate Inquiry

La autoconciencia es una de las cualidades clave que debe encarnar un/a practicante de Compassionate Inquiry. En una sesión, la autoconciencia implica dirigir la atención a las fluctuaciones del propio mundo interno, mientras se está simultáneamente en sintonía y con una sensibilidad afinada hacia las palabras del/la cliente, su lenguaje corporal, patrones de respiración y estado energético.

La indagación que hemos practicado previamente con nosotros mismos nos prepara para ofrecer preguntas poderosas a nuestros clientes. Cuando utilizamos una indagación hábil, fomentamos una mayor autoconciencia en el/la cliente, lo cual conduce a una mayor sensación de agencia, elección, libertad e integridad.

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