El infinito de la transformación personal y colectiva, con Kosha Joubert

Kosha Joubert, directora general de The Pocket Project, es una reconocida coach y facilitadora internacional cuyo trabajo en regeneración de sistemas, desarrollo organizacional y colaboración intercultural se ha extendido a más de 48 países. Trabaja en estrecha colaboración con Thomas Hübl y un equipo global para cultivar una cultura de cuidado informado por el trauma, enfocándose en la emergencia de la sabiduría colectiva, el liderazgo sensible al trauma y el crecimiento postraumático.

Esta publicación es un extracto breve y editado del recorrido vital de Kosha, que la llevó de la disonancia y la separación a las armonías de la sanación dentro de la comunidad. Puedes escuchar su entrevista completa en el Gifts of Trauma Podcast.

Kosha Joubert Post

Crédito fotográfico

Toda mi vida ha estado dedicada a sanar la separación de diferentes maneras y en distintos niveles, una búsqueda que me hizo notar “la arena en el sistema”.

Crecí en el sistema de apartheid en Sudáfrica, donde experimenté una profunda discrepancia entre lo que veía en el mundo a mi alrededor y lo que se me decía que estaba viendo. Las sensaciones que eso despertaba en mí—una incomodidad profunda, un sentido de injusticia, un miedo latente—nacían del hervor del cambio. Había una incongruencia palpable entre la separación que creaba el apartheid y el fluir de la vida. De niña, esa disonancia causaba gran malestar en mi sistema nervioso, en mis interacciones en la escuela y con los adultos de mi familia. Tenía pesadillas, porque no sabía qué hacer con todo aquello.

En la adolescencia, la incomodidad se convirtió en protesta explícita, luego en rabia. Soñaba con actos terroristas. En ese tiempo estaba muy atenta a Nelson Mandela y al brazo militante Mkhonto we Sizwe, aunque seguía siendo muy extraño experimentar esos sueños. Finalmente, esa incomodidad me llevó a una peregrinación.

Hace falta valentía para atravesar la separación, especialmente en sociedades en guerra. Me decían que apoyar al “otro lado” sería traicionar a mi gente y condenar a mi propia familia a la muerte—la retórica que se repite en todas las zonas de guerra. Abrir el corazón al otro, hablar por el otro, eso era traición. Crecer con esa narrativa exigía coraje, por decir lo menos. También exigió valor ir y ver por mí misma lo que sucedía en mi país, sin protección alguna. Cuando lo hice, encontré algo de lo que no tenía idea: una comunidad en uno de los homelands donde blancos y negros vivían juntos. Aquella comunidad era un movimiento vivo de sanación que decidí seguir, porque sentí cómo estaba sentando las bases de una futura sociedad donde blancos y negros podrían convivir en paz.

Ese camino me condujo a la red de Ecoaldeas, donde fui enviada a comunidades indígenas y ecoaldeas alrededor del mundo. Descubrí un universo lleno de magia del que nada sabía, y hice amistades en casi todos los países, todas ellas dedicadas a la labor restaurativa. Proveniente del sistema del apartheid, aquello fue absolutamente transformador. Al ver a personas dedicando sus vidas a construir comunidades de sanación, me enamoré de nuestro mundo y de la humanidad. Juntos brindábamos sanación al mundo natural; a los sistemas sociales entre nosotros; a las culturas de las que venimos y en las que estamos inmersos; a nuestra conexión con los mundos sutiles y espirituales; y también a nuestros sistemas económicos. Mi vida entera se convirtió en una dedicación a restaurar relaciones rotas y a sanar la separación en la que crecí.

En esas comunidades también descubrí algo que no podía abordarse del todo. Lo encontré dondequiera que iba, y llegué a llamarlo “la arena en el sistema”. Estaba formada por pequeñas, finísimas redes y partículas de material conflictivo: resistencia a lo que es, a lo que encontramos en nosotros mismos, en los demás, en la esfera colectiva. Resistimos porque resulta demasiado doloroso encontrarnos plenamente con eso.

No fue hasta 2010 que usé la palabra “trauma” para describir esa arena. El trauma existe allí donde la presencia se encuentra con niveles inconscientes de la realidad y no logramos ver claramente lo que sucede. Necesitamos los ojos de los demás para mirar dentro de los campos del trauma, para ver los lugares que no alcanzamos a percibir por nosotros mismos. Esa arena genera separación, distancia y soledad. Porque si no podemos vernos plenamente, tampoco podemos ser vistos plenamente. Nuestra comunicación se pierde una y otra vez, porque no somos capaces de ver el mismo punto juntos. Eso es lo que crea la arena en el sistema, y allí es donde permanecemos. Venimos de siglos de trauma acumulado sobre trauma, a niveles individuales, ancestrales y colectivos, sin las herramientas para verlo o abordarlo. Y apenas en los últimos 200 años los seres humanos del mundo occidental han podido mirar el material inconsciente que cargamos.

Creo que llevamos sistemas nerviosos internos—mi sistema nervioso individual sostiene mi personalidad, mi trauma de apego y mi potencial—y un sistema nervioso ancestral me conecta con mi abuela, y siento cómo sanar mi relación con ella puede sanar un lugar en mí, pero también un lugar en tiempos que parecen lejanos y que, sin embargo, siguen vivos ahora. Este tejido que nos entrelaza en la esfera global es real. Y el espacio entre nosotros está lleno—no en un sentido abstracto, sino con resonancias reales de nuestros sistemas nerviosos.

A menudo me pregunto si no deberíamos darle un nombre más grande a The Pocket Project, porque suena extrañamente pequeño. Pero cuanto más me acerco, más entiendo que se trata de crear o recrear intimidad entre nosotros. Empieza en la intimidad entre yo y yo misma, entre yo y los demás, entre yo y el mundo. Esta intimidad ocurre en bolsillos, en pequeños espacios. No en grandes escenarios. La intimidad puede ser inmensa—entre yo y lo divino, entre yo y el universo, entre yo y el espacio exterior cuando miro las estrellas—pero siempre hay también esa cercanía íntima.

Si sanamos en cualquiera de esos niveles de complejidad, el impulso de sanación se extiende a los demás. Descubro que mi intimidad con personas de otras culturas se profundiza a medida que se profundiza mi intimidad con mi niña interior, con mi bisabuela, y que el deshielo del apartheid hacia la conexión es algo que sucede al mismo tiempo. Es un único movimiento, como volver a casa a la esencia de quienes somos y derretirnos de nuevo en el cauce de la vida. Y la belleza de esto es que, dondequiera que comencemos nuestro viaje o aventura de sanación, toda la vida empieza a regresar a casa con nosotros.


The Gifts of Trauma es un pódcast semanal que presenta historias personales de trauma, transformación, sanación y los dones que se revelan en el camino hacia la autenticidad. Escucha la entrevista y, si te gusta, suscríbete y compártelo.

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