Nacida en Alemania, formada en Suiza y Australia, Bea es profesora universitaria de matemáticas de alto nivel. Completó la Formación Profesional en Compassionate Inquiry® después de leer El mito de la normalidad. Uno de sus objetivos era apoyar la experiencia de aprendizaje de sus estudiantes ampliando su capacidad de enseñar materias difíciles de forma accesible. También aprendió nuevos enfoques que ayudan a sus alumnos a superar la ansiedad hacia las matemáticas.
Este post es un breve extracto editado de las reflexiones de Bea sobre el aprendizaje corporizado, y sobre cómo la vulnerabilidad, la seguridad y la curiosidad apoyan una educación verdaderamente “integral” del ser humano. Escucha su entrevista completa en el podcast The Gifts of Trauma.

Todos podemos hacer matemáticas. Si puedes ir a la escuela, si lograste aprender a leer y escribir, puedes aprender matemáticas. Puede que a algunas personas les resulte más natural que a otras. Algunos de nosotros quizás tengamos que esforzarnos más, pero todos podemos hacerlo. Aprender matemáticas es como aprender otro idioma, el idioma de las ciencias. No tendrá sentido de inmediato. Hay que trabajarlo. Eso es normal. Cuando aprendes un idioma, es difícil. No se entiende de golpe. Y las matemáticas son un lenguaje muy preciso. Puede que te pidan resolver un problema y no sepas por dónde empezar. Eso es completamente normal.
Cuando aprendemos, traemos con nosotros todo nuestro ser. Todo lo que ha pasado, todo lo que cargamos dentro, nuestras familias y nuestra historia… Lo traemos todo. Cuando enseño, me esfuerzo en pedir a mis alumnos que se presenten, para crear conexiones desde el principio. Quiero que sepan que en el momento presente los veo, quiero escucharlos y quiero trabajar el material con ellos.
Como profesora, no puedo abrir la cabeza de un alumno, verter dentro el conocimiento y volver a cerrarla. A menudo se nos enseña así, pero no funciona. Para que el aprendizaje se integre, tiene que ser corporizado. Desafortunadamente, la educación corporizada no es un enfoque común.
Para invocar el aprendizaje corporizado, un profesor debe liderar permitiéndose ser vulnerable, dejando ver a sus alumnos que también podemos equivocarnos. Pero pocos profesores se sienten cómodos siendo vulnerables y permitiéndose cometer errores. Algunos docentes con los que trabajo dicen que si admitieran que se equivocaron, su clase los “destruiría”.
Permitirse cometer errores es especialmente importante en matemáticas. He hablado con mis alumnos de la importancia de permitirse fallar desde hace tiempo, pero solo recientemente me di cuenta de que yo misma no había dominado esta habilidad. Y claramente mis estudiantes lo percibían. Ahora, cuando hablo de cometer errores, lo hago con plena autenticidad encarnada. También he aprendido a ser amable, compasiva y curiosa cuando me equivoco. Simplemente reconozco: “No sé por qué pensé esto…” y lo dejo ir. Tanto la manera en que hablo sobre equivocarse como mi comportamiento al hacerlo han cambiado. Eso es lo que mis alumnos ven, escuchan y aprenden ahora. Realmente me encantaría que, como sociedades, pudiéramos adoptar este enfoque.
Una influencia predominante de Estados Unidos nos llevó, como educadores, a simplificar en exceso. Pretender que las matemáticas son fáciles es devastador, porque por un lado, las matemáticas son genuinamente difíciles. Y por otro, cuando se niega esa dificultad, se reducen a un conjunto de trucos o recetas. Si ves este problema, haces aquello. Se vuelve mecánico. Solo sigues los pasos sin comprender. Eso no son matemáticas.
Muchos matemáticos disfrutan del desafío. Nos resultan difíciles. Los excelentes matemáticos lo admiten. Un colega brillante se quejaba de su frustración con un libro porque le tomaba muchísimo tiempo leer una sola página. Ese es el reto de las matemáticas: no se trata solo de leer, sino de trabajar en ellas. Así que la idea de que son fáciles lleva a quienes las encuentran difíciles a pensar que no sirven para ello y a excluirse.
Otra faceta del carácter desafiante de las matemáticas es que existen muchísimas formas distintas de explicarlas. Hay muchas maneras de pensar o de acercarse a lo que ocurre en nuestra mente. Si un libro de texto no me hace sentido, busco otro que sí. Puede que un concepto no esté explicado mal, sino de una manera que para mí no tiene significado. Así que siempre digo a mis alumnos que busquen los libros que funcionen para ellos.
La ansiedad matemática ocurre cuando un estudiante se bloquea y no logra superar ese bloqueo. El profesor debe indagar y descubrir dónde está ese obstáculo. “¿Qué es lo que no entiendes?”. La ansiedad de los alumnos se refleja en su postura corporal y en cómo evitan responder preguntas. Algunos se abren y comparten, otros no. Por eso, cuando explico algo, observo quiénes tienen la mirada perdida, quiénes se han desconectado. Me fijo en quién no hace preguntas, lo cual es especialmente importante en matemáticas. Preguntar nos permite aprender hacia dónde nos llevan las dudas.
Siempre he podido identificar a esos estudiantes, pero antes de hacer la formación en Compassionate Inquiry no entendía lo que ocurría dentro de ellos. Así que no podía decir: “Te veo. Lo que sientes es una respuesta completamente normal. Te has congelado o escapado, está bien, eso pasa. Es una respuesta involuntaria de tu sistema nervioso. Algo te activó y te fuiste. Respira, haz lo que necesites para sentirte seguro. Luego vuelve a lo que estamos haciendo y pregunta si no sabes por dónde íbamos cuando te ausentaste un rato o simplemente déjalo.” Gran parte de nuestra enseñanza es online, así que las clases quedan grabadas. Esto permite que los alumnos pausen, se regulen y luego retomen la grabación más tarde.
Liberar a los estudiantes de la ansiedad matemática se logra haciendo matemáticas juntos. La verdad profunda es que pueden superar sus creencias limitantes al practicar realmente. Y esto también involucra a la persona completa. Un alumno no puede limitarse a repetir: “¡Yo puedo hacer esto!”. Eso no funciona. Pero hacerlo juntos, sabiendo y sintiendo: “Lo he logrado”, esa experiencia de que sí pueden hacerlo y de que tiene sentido para ellos es liberadora. Esa es también la belleza de enseñar. Puedo presenciar esos momentos de iluminación cuando los alumnos se dan cuenta: “Ahora lo entiendo”.
The Gifts of Trauma es un podcast semanal que presenta historias personales de trauma, transformación, sanación y los dones que se revelan en el camino hacia la autenticidad. Escucha la entrevista y, si te gusta, suscríbete y compártela.



