Las creencias medulares: de la adaptación a la transformación 

Hace dos años hice una presentación sobre las creencias medulares en la primera conferencia de Compassionate Inquiry, Confluence, en Vancouver, Canadá. Compartí algunas estrategias para trabajar con las creencias medulares, especialmente en el contexto de CI. Cuando me pidieron que hiciera una presentación sobre el mismo tema para la segunda conferencia en Bucarest, me invadió la duda. Mientras revisaba mi primera presentación, surgieron en mí el miedo y la duda, y se hizo claro que mi creencia medular de no ser suficiente estaba saliendo a la superficie. Irónicamente, fue esta creencia la que me llevó a una reflexión y a un estudio más profundo. Si hubiese repetido la misma información, no hubiese podido expandir mi comprensión de las creencias medulares o apoyar a otras personas a trabajar en las suyas. 

Más allá de la aplicación práctica de las estrategias para trabajar con las creencias medulares, he pasado mucho tiempo reflexionando sobre cómo profundizar mi conocimiento en este campo, explorando no solo cómo manejamos las creencias medulares, sino el por qué de su existencia. Mi esperanza es que las ideas que expongo en este artículo te ayuden a entender y a apreciar lo que son las creencias medulares. 

El origen de las creencias medulares: más allá de los pensamientos 

En la niñez, cuando las personas a nuestro alrededor reaccionan a nuestra exploración curiosa del mundo con miedo, ira o control, a menudo nos adaptamos reprimiendo nuestras experiencias internas para tener la aceptación de nuestros cuidadores. Cuando se repiten estas experiencias bajo las mismas condiciones, se genera una respuesta automática en nuestras interacciones futuras; es una respuesta que prioriza nuestra seguridad y aceptación a costa de nuestra autenticidad. 

Estas respuestas se convierten en comportamientos adaptativos que influencian nuestras personalidades, sientan las bases para las decisiones que tomamos respecto a nuestro estilo de vida y finalmente le dan forma a nuestra visión del mundo. Con el tiempo se solidifican en lo que llamamos ‘creencias medulares’. Sin embargo, es crucial recordar la naturaleza inocente e inconsciente de sus orígenes, tomando en cuenta que las desarrollamos para poder sobrevivir. 

Adoptamos estas estrategias de afrontamiento para mantener nuestro apego, el cual era esencial para nuestra supervivencia.El cuerpo lo sabe, así que cualquier amenaza que existiera hacia el apego en la infancia, activa la respuesta simpática y vagal dorsal en nuestro sistema nervioso. Los gatillos surgen cuando está en riesgo nuestro apego y, por ende, nuestra supervivencia. Por lo tanto, los orígenes de los comportamientos que le dan forma a nuestras creencias medulares vienen del cuerpo, no de la mente. 

Creencias medulares: las historias que nos contamos

La historia de una creencia medular no se cuenta hasta que la mente empieza a reflexionar. Hasta eso, una creencia medular puede permanecer en la sombra. Usualmente este proceso de exploración solo inicia cuando percibimos algo que no funciona en nuestra vida. Los comportamientos condicionados que alguna vez sostuvieron nuestro apego, luego se revelan en nuestras experiencias adultas como formas anticuadas de navegar por la vida. 

Esto también significa que es posible que algunas personas nunca identifiquen una creencia medular, simplemente porque no quieren o porque no necesitan hacerlo. Sus comportamientos condicionados respecto a la pertenencia—por una u otra razón—les funcionan. Y eso está bien. Sin embargo, es importante que como terapeutas reconozcamos el significado de esta realidad. De otra forma, puede que juzguemos o reforcemos nuestra agenda cuando el cliente simplemente no puede o no está listo para articular la creencia que el terapeuta puede reconocer.  

Es solo cuando o si es que nos hacemos la pregunta clave: ‘por qué me comporto de esta forma’ , que empezamos a reflexionar sobre nuestra vida, y ponemos bajo el microscopio a todos esos comportamientos protectores que se han sembrado profundamente. De pronto, esos comportamientos revelan una explicación de por qué actuamos de cierta forma. ‘Si me relaciono de esta forma con el mundo, debe ser porque creo que no soy suficiente.’ Explorar nuestras experiencias de vida nos da evidencia de lo que puede ser una creencia medular. 

Otra característica de las creencias medulares es que a menudo se presentan en un lenguaje negativo. Cuando percibimos que algo está fuera de nuestro control, o lo vemos como algo que limita nuestra autonomía o agencia, naturalmente lo catalogamos como algo malo o incorrecto. Esta categorización nos ayuda a darle sentido a nuestra incomodidad y a la frustración que sentimos. Por ejemplo, consideremos el caso de una persona que tiene una adicción. A menudo esa persona no cataloga su comportamiento como una adicción hasta que siente que ha perdido el control sobre ella. Nada es más incómodo para el ego-mente que la percepción de su propia impotencia. Esto le puede llevar a la persona a creer: “Soy débil,” “No soy suficiente,” o, “Soy difícil de amar.” 

Comprender esto es vital porque nos ayuda a entender que los pensamientos positivos por sí solos a veces no logran cambiar nuestras creencias medulares. La raíz de las creencias medulares no está en los pensamientos; se originan de comportamientos que nos protegen contra el dolor y el aislamiento. Cambiar la forma en que entendemos esto también contribuye al proceso de salir de la mente y volver al cuerpo, donde realmente reside lo que la mente llama creencia medular. 

Por ende, para trabajar efectivamente con las creencias medulares, debemos volver al cuerpo, donde están guardadas las creencias. Desde ahí podemos aprender a apreciar su función y a mirarlas con compasión. Esto nos permite desarrollar nuevas creencias, que se formarán de la misma manera que las anteriores, a través de una repetición consistente de elecciones de comportamiento. 

La naturaleza dual de las creencias medulares: dañinas y serviciales 

Las creencias medulares pueden ser destructivas y también muy serviciales, todo depende de la perspectiva de nuestra mente en ese momento. Esa elección importa porque sabemos que nuestra fisiología responde de formas contrastantes a la autocompasión y a la autocrítica. Cuando percibimos que estamos fuera de control o que no podemos alinearnos a nuestras intenciones, a menudo juzgamos los comportamientos adaptativos con mucha dureza. Los vemos como fuerzas limitantes, nuestra fisiología siente su peso e inevitablemente perpetuamos nuestro sufrimiento. 

Sin embargo, estas mismas creencias limitantes a menudo contribuyeron a desarrollar nuestras fortalezas, habilidades y logros. Además de ser necesarias para nuestra supervivencia, muchos de los logros de nuestra vida se dieron gracias a esas creencias que podemos catalogar como limitantes o auto-destructivas. Por ejemplo, ¿cuántos trabajadores incansables y personas que se esfuerzan en exceso están impulsados por la creencia de que no son lo suficientemente buenos? Estas creencias nos ayudan a desarrollar resiliencia, determinación y otros atributos valiosos que están a nuestro servicio de incontables maneras. Estas son las mismas cualidades que nos llevan a elegir otros comportamientos y, por ende, otras creencias medulares. 

La conciencia es la catalizadora de nuestras elecciones, y la elección es el origen de la autenticidad. Cuando profundizamos nuestra comprensión de nuestras creencias medulares, y reconocemos que podemos elegir nuestra historia, nos empoderamos y le damos forma a una creencia distinta: Yo soy. 

Transformando nuestra relación con las creencias medulares 

Para realmente transformar nuestra relación con las creencias medulares, tenemos que entender la forma en que nos protegen y su función. Cuando lo hacemos, la sensación de constricción y estancamiento se puede convertir en apertura y posibilidad. Esta transformación no se da cuando rechazamos o peleamos contra nuestras creencias, sino cuando aceptamos, y traemos compasión y gratitud a los comportamientos adaptativos que alguna vez nos protegieron. 

Reconocer que estos comportamientos nos ayudaron a sobrevivir y a pertenecer nos ayuda a cambiar nuestra perspectiva de auto-juicio a una de autocompasión. ¿Juzgarías a tu niño interior si pudieras vez claramente los esfuerzos que hizo para sobrevivir? Esto cambia fundamentalmente cómo nos relacionamos con nosotros mismos cuando notamos el impulso de reaccionar con comportamientos condicionados y enraizados en nuestra protección y en un anhelo de pertenencia. En lugar de ver las creencias medulares como barreras, las podemos honrar como las protectoras que fueron—y que en algunos casos siguen siendo. Solo a través de un enfoque compasivo podemos empezar a soltar las ataduras mentales que llamamos creencias medulares para hacer espacio para el crecimiento, el cambio y nuevas formas de estar en el mundo.

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