
¿Qué pasa cuando nos detenemos para escuchar — no solo a lo que se dice, sino a lo que se queda en el silencio?
Lo que más llamó mi atención al compartir con otros educadores en nuestro grupo focal fue la valentía del grupo. Había profesores que nombraron su agotamiento, sus anhelos y el cuidado que le ponen a su trabajo. Se nombraron las historias de estudiantes que expresan sus necesidades por más que sea difícil hacerlo. Administradores que se sienten estancados en sistemas que no crearon, pero que se espera puedan sostener. Cada persona e historia venía con su propio sistema nervioso, con su bagaje y su esperanza.
Y entre todo eso, algo se suavizó.
Surgió una posibilidad, no necesariamente porque tuviéramos las respuestas, sino porque nos permitimos estar en relación unos con otros.
Las relaciones por sobre las resoluciones
En Compassionate Inquiry aprendemos que la sanación no viene de arreglos rápidos. Viene de la sintonía, de sentirnos vistos, reconocidos y escuchados sin que alguien nos corrija.
¿Qué pasaría si hacemos lo mismo en el contexto educativo?
Qué tal si antes de crear políticas o pedagogías, preguntamos:
“¿Cómo te sientes realmente? ¿Qué hay detrás de ese comportamiento, de la resistencia, del silencio?”
En el grupo focal, cuando un educador compartió cómo su voz tiembla cada que habla sobre problemas de equidad en reuniones administrativas, nadie le interrumpió. Nadie trató de solucionarlo. Y de alguna forma eso marcó una gran diferencia.
La posibilidad de ser reconocido
El cambio no proviene de una serie de datos, viene de ser reconocido en tu verdad.
Cuando les pregunto a mis estudiantes qué les ayudar a sentirse seguros en clase, uno de ellos dijo:
“Cuando un profesor simplemente nota algo. Como cuando estoy teniendo un mal día y no hacen un gran problema al respecto, solo lo entienden.”
Me recordó: la posibilidad no es una reforma lejana, viven en los pequeños momentos, en las relaciones y en los sistemas nervioso de quienes comparten un espacio en común.
Cuando estamos presentes nace la oportunidad de algo nuevo, no porque hayamos hecho un plan, sino porque hemos hecho contacto.
Un cambio que no se apresura
Los sistemas quieren que vayamos más rápido. Pero el cambio real, ese que es sostenible, se mueve al ritmo de la confianza.
No tenemos que abarcar todo.
Quizás podemos empezar con estas preguntas:
- ¿A qué está protegiendo este comportamiento?
- ¿Cuál es la historia detrás de esta desconexión?
- ¿Cuál es la necesidad que no ha sido satisfecha en mucho tiempo?
Desde la perspectiva de CI, el cambio ocurre cuando el cuerpo y la mente sienten suficiente seguridad para suavizarse, explorar y elegir un camino distinto.
Lo mismo ocurre en las escuelas. Si queremos llegar a una transformación real, tenemos que construir contenedores de seguridad, no solo contenedores de responsabilidad.
Cuando el sistema parece estar roto
Es fácil ver los lugares donde el sistema está rota, y en muchos aspecto sí lo está. La sociedad ha cambiado, los niños/as también. También han cambiado los eventos que le conforman la historia y con todo eso, puede resultar difícil mantener viva la esperanza.
Después de varios años practicando Compassionate Inquiry, he llegado a entender lo siguiente:
El cambio se mueve al ritmo de una tortuga
Pero hay que sí podemos controlar: asegurarnos de que nuestros estudiantes se sienten vistos y comprendidos. Eso empieza por nosotros.
No podemos ofrecer nuestra presencia si estamos desconectados de nosotros mismos.
Debemos atender nuestras propias necesidades, nuestra propia sanación y nuestros sistemas nerviosos primero.
El aula tradicional está evolucionando, y eso puede ser algo bueno. Pero nunca pasará de moda contribuir al desarrollo de jóvenes que tienen compasión y empatía consigo mismos y con los demás.
Esto no solo se enseña, se modela.
Aunque no siempre podamos estar en el rol de un practicante de CI en nuestras escuelas, sí podemos hacer lo siguiente:
- Encarnar las cualidades de CI
- Entablar relaciones
- Impartir el lenguaje de la presencia, la seguridad y la sintonía hacia nosotros mismos y hacia quienes vienen a nuestras clases.
Me gustaría invitarte a los educadores, facilitadores, estudiantes y líderes:
¿Qué tal si la relación se convierte en la base de todo?
¿Qué pasaría si hacemos espacio para la posibilidad, aún cuando no sabemos a dónde nos llevará?
El cambio no siempre es ruidoso.
A veces empieza cuando notamos algo sutil.
A veces empieza en un círculo, en un grupo focal, cuando dejamos de pretender y empezamos a escuchar.
Una respiración para cerrar
Tómate un momento ahora.
Respira y trae a la mente la última conversación que te conmovió o te retó de alguna forma.
¿Hay algo que quedó sin decir?
¿Qué hubiese sido posible de haber más espacio?
No necesitas saber la respuesta.
Es suficiente si te quedas con la indagación.



