“El cuerpo se reorganiza cuando se siente seguro.” – Dr. Stephen Porges
Esta frase se ha convertido en mi guía. La veo manifestarse en mi práctica clínica, en mi vida personal, en mi auto-cuidado y en mis relaciones. La sanación se convierte en un resultado natural de un sistema nervioso que tiene la capacidad de crear seguridad.
La seguridad es una necesidad biológica. Cuando nos sentimos seguros, nuestro sistema nervioso entra en un estado que apoya el descanso, la reparación, el desarrollo y la conexión. Mejora nuestra digestión, las hormonas se equilibran y el sueño se hace más profundo. Tenemos más energía, claridad y apertura para conectar con otros y con nuestro propósito. Cuando la seguridad no está disponible, el cuerpo dedica más recursos a la supervivencia. Nos tensamos, nos resguardamos y perdemos acceso a las partes de nosotros que tienen la capacidad de sanar.
Lo veo a menudo en mujeres que se despiertan a las 3 am con la mente ajetreada, el cuerpo tenso y el corazón latiendo rápidamente. En ese momento el sistema nervioso está en alerta, tratando de detectar amenazas y solucionando problemas. Pero cuando hay prácticas de autocuidado conscientes, como ralentizar la respiración, suavizar el cuerpo o anclarse en un pensamiento compasivo, el sistema puede empezar a relajarse. Así es como el cuerpo se reorganiza cuando siente seguridad.

Qué significa sentir seguridad
La seguridad no es solo la ausencia de peligro, es una sensación corporal que dice, “Estoy lo suficientemente seguro para enamorarme de la vida y asumir los riesgos de vivir.”
Pasé mucha de mi adolescencia y el inicio de mis veintes trabajando como salvavidas. Era un ancla de seguridad en las condiciones impredecibles del mar abierto. Esa imagen del ancla aún resuena conmigo: las anclas nos mantienen estables, y esa estabilidad nos ayuda a aventurarnos hacia afuera, explorar y volver otra vez.
Un ancla de seguridad puede venir del exterior. Puede ser la presencia estable de un terapeuta, de un amigo de confianza o de un grupo de apoyo. También se pueden cultivar internamente consumiendo comida nutritiva, diciendo que no y honrando nuestros límites, con el ritmo de una respiración lenta, con una rutina de sueño consistente, con un diálogo interno compasivo, con movimiento o dedicando tiempo a estar en la naturaleza.
Como nos recuerda el Dr. Gabor Maté, “La seguridad no se refiere a la falta de peligro. La seguridad es donde hay conexión.” Nuestro sistema nervioso necesita conexión, sin ella, nos sentimos inseguros.
La presencia y la sintonía como actos de compasión
La presencia es cómo nos presentamos: estables, curiosos y compasivos. La sintonía se trata de cómo escuchamos: con sensibilidad a lo que pasa bajo la superficie. He llegado a entender que la sintonía es la capacidad de conectar con el paisaje interno de otra persona y responder de una forma que comunica un cuidado. Es por eso que la sintonía es compasión en acción.
Varios estudios comprueban que, cuando estamos presentes y comprometidos con lo que está al frente nuestro somos más felices y estamos más conectados que cuando nuestras mentes están distraídas. La presencia no requiere perfección, puede ser tan simple como respirar más despacio o establecer la intención de escuchar activamente. Cuando te presentas de esta forma, envías una señal de seguridad: Estoy aquí, estoy escuchando. Cuando alguien se presenta ante ti con esa misma sintonía, tu sistema nervioso se re-organiza dentro de esa conexión en lugar de entrar en un estado de defensa.
La sintonía no es una técnica—se trata de quién eres en ese momento. Nuestros sistemas nerviosos están en un diálogo constante y sutil, escaneando para encontrar señales de seguridad o de peligro. Se trata más de la energía que traes que de las palabras que dices.
Cuando estás anclado en la seguridad, descansando en tu energía ventral, te conviertes en una presencia amable, tanto para ti como para los demás. Esa presencia se convierte en una invitación: Acompáñame en este espacio seguro.
Deb Dana define ventral como la base de nuestro sistema nervioso, la plataforma biológica de la seguridad y la conexión que siempre está disponible para nosotros. Cuando estamos en nuestra energía ventral nos sentimos enraizados, abiertos, y capaces de ver la vida con curiosidad y compasión. No se trata de estar en calma todo el tiempo, sino de acceder a una seguridad interna a la que siempre podemos volver, incluso después de pasar situaciones estresantes. Desde este estado regulado, el cuerpo y la mente se suavizan, pensamos con claridad, respondemos con flexibilidad y conectamos con otros de formas significativas. Esta habilidad para volver al estado ventral una y otra vez es lo que permite que la resiliencia, la salud y la conexión genuina puedan florecer.
La seguridad no es un logro ocasional, es un ritmo al que regresas una y otra vez. La compasión es el ancla que provee un lugar estable para descansar y reconectar. Desde ese lugar, tu mente, cuerpo y relaciones se reorganizan naturalmente hacia un estado más saludable.
La sanación empieza donde hay seguridad.
La seguridad empieza donde hay conexión.
Y la conexión abre la puerta hacia la compasión.
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Muchas Gracias por la reflexión y trasmitir este conocimiento. Me deja asombrada la claridad como comprendo ahora la Seguridad tiene que ver con la compasión hacia una misma.