El mito de la infancia feliz

Erika tiene más de 20 años de experiencia trabajando con el trauma infantil. Se ha formado como coach de creencia consciente y Practicante de Compassionate Inquiry®. Hoy ofrece terapia individual y también facilita el Círculo de Compassionate Inquiry, Sanar las heridas de la infancia.

Erika blog hor

Crédito forográfico: simonbradfield en Getty Images

Desde muy pequeña supe que algo estaba mal en mi familia. Mi padre era alcohólico y también agresivo, y eso me trajo mucho dolor cuando era niña. A los 15 años salí de la casa de mis padres y me mudé con mis abuelos. Empecé a tener una serie de despertares sobre la disfuncionalidad de mi familia y, a los 18 años aprendí, que el alcoholismo es una enfermedad, entonces decidí participar en grupos de hijos de padres alcohólicos. 

Más adelante, cuando fui madre por primera vez, me di cuenta que quería darles una vida diferente a mis hijos. Me formé como coach de creencia consciente y empecé a aprender sobre las adicciones a través del Dr. Gabor Maté. Me llamaba la atención cuando decía, “no preguntes por qué la adicción, pregunta por qué el dolor”. Eso me motivó a hacer la Formación de Compassionate Inquiry®. Esta preparación ha sido una invitación a seguir entendiendo y despertando para poder ayudar cada vez más a mis consultantes. 

Con el tiempo y la experiencia, he descubierto que las experiencias adversas de la infancia como el abuso, la negligencia o el maltrato se manifiestan en la adultez como patrones de vida. He notado que el trauma de estas experiencias se manifiesta en síntomas físicos, como enfermedades, migrañas, dolores crónicos, estrés, diabetes, cáncer, dificultades con el sueño, desórdenes alimenticios y adicciones. También se muestra en las dificultades que tenemos para socializar, el miedo a salir al mundo y a hablar con la gente. 

Pero el trauma no siempre se genera a partir de un evento grande e impactante. Estamos acostumbrados a entender el trauma como algo grande, como una pérdida o un shock, pero en realidad es una desconexión entre lo que creemos que somos, lo que sentimos y lo que el exterior nos está diciendo. Cuando no cubrimos las necesidades básicas de un niño/a, también estamos creando un trauma. Y si a un niño/a pequeño le decimos que su forma de ser no es “correcta” y le ponemos etiquetas, estamos generando un trauma también.

Una forma de identificar cómo se manifiesta el trauma en nuestra adultez es observando si nuestras reacciones emocionales son desproporcionadas. Todas las emociones tienen una función, pero cuando tendemos a ser reactivos/as, o cuando nos sobrelleva el miedo o el enojo, es útil poder acceder internamente a un observador cariñoso, amoroso y sin juicios. Ese es el camino que CI nos ofrece para poder identificar dónde están las desconexiones con nuestra verdadera esencia. 

En el Círculo de Compassionate Inquiry, Sanar las heridas de la infancia, co-creamos un espacio seguro y amoroso, donde aprendemos a escuchar y a sostenernos con presencia y compasión. Durante nuestros encuentros semanales, usaremos prácticas somáticas para entrar en sintonía con el cuerpo, el corazón, la intuición y el espíritu. 

A través de ejercicios de indagación, vamos a aprender a reconocer qué creencias se han formado a partir de nuestras experiencias de la infancia, y tomaremos ese como punto de partida para regresar a nuestra esencia. Integraremos también prácticas de escritura consciente y un poco de baile y música. 

En los últimos tres años, este Círculo ha sido un espacio para reconectar con la esencia de nuestros niño/a/e que está escondiéndose, quizá con muchos temores. Le daremos permiso de salir y mostrarse y le enseñaremos a cubrir las necesidades que antes no pudieron ser cubiertas por una u otra razón. Será un espacio seguro y profundamente respetuoso, en donde no vemos a nadie como alguien que haya que arreglar, no aconsejamos, nos permitimos ser y aprendemos unos de otros.

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