Presencia, seguridad y sintonía: Si no estás presente, ¿dónde estás?

Por Dr. Allison Creech, M.ED, ND

Cuando tu sistema nervioso está bien regulado y sincronizado, eres capaz de participar en tu vida, sentir pasión por tu trabajo, relacionarte profunda y hábilmente con los demás, e inclusive de poder crecer y cambiar después de una experiencia traumática.”  (Thomas Hübl, autor de “Sintonizado”) 

La presencia es incondicional

La presencia es incondicional: tu habilidad para estar presente no lo es. La presencia es un estado del ser basado en la conexión con tu ser esencial, y existe como la fuerza vital de energía en cada célula de tu cuerpo. Independientemente de las adaptaciones que hemos automatizado en nuestra vida, nuestro estado auténtico siempre es el mismo: coherente, receptivo y conectado. La posibilidad y la libertad surgen cuando recordamos que somos la conciencia detrás de nuestros pensamientos y sentimientos.  

Cuando estamos presentes, estamos anclados en un estado interno de seguridad. Esto genera un contenedor de apoyo y facilita la sintonización somática y relacional. Nuestra atención se enfoca en el aquí y el ahora, y estamos en relación directa, encarnados con el momento presente. La presencia siempre está disponible en algún nivel; sin embargo, pocos de nosotros vivimos en un estado sostenido de conciencia del momento presente. 

Nuestra habilidad para estar presentes se filtra a través de una serie de percepciones y condiciones que son únicas para cada uno. Nuestra historia se escribe en nuestra biología, y todos hemos aprendido a desconectarnos. Esta adaptación nos da un sentido de seguridad, pero nos separa de nuestra experiencia auténtica. Los lugares en los que nos hemos desconectado son una invitación para volver a casa. En última instancia, la presencia se trata de estar conectados. 

Si no estamos presentes, ¿dónde estamos? 

Hemos escuchado a Gabor hablar elocuentemente sobre cómo la mente crea el mundo, y también sobre cómo el mundo creó nuestra mente. Como él dice: “Todo sucede en la mente”. Por ende, si no estamos presentes y encarnados en el momento, ¿dónde estamos? 

La respuesta corta es que estamos en un estado inconsciente de supervivencia. Fuera de nuestra percepción consciente, nuestras mentes tienden a organizar la experiencia del presente a través del pasado. Subconscientemente filtramos nuestra experiencia a través de creencias medulares y patrones de percepción psicofisiológicos. Estos lugares sensibilizados, cargados con energía emocional incompleta, nos transportan a una historia que percibimos como si fuera nuestra realidad actual. Nuestra fisiología cambia y experimentamos traumas antiguos en tiempo real a través del cuerpo y las emociones. Los patrones de lucha, huida y congelamiento se activan, y aspectos específicos de nuestras personalidades se movilizan con una intención funcional. Aunque su objetivo es protegernos, nos mantienen atrapados en un ciclo de supervivencia. Estos patrones de percepción se quedan con nosotros, engranados en las fibras y sistemas de nuestro cuerpo. 

Volver al momento presente 

Cuando estamos presentes y conectados con nuestra experiencia del presente, estamos creando una oportunidad de procesar completamente el pasado a nivel físico y emocional. Esto nos libera de la rigidez de los patrones antiguos de adaptación y nos abre a una mayor autenticidad: salimos de la supervivencia y entramos a la seguridad. Para practicar esto tenemos que cambiar conscientemente la dirección de nuestra atención, debemos intentar notar cuando no estamos presentes y llamarnos de vuelta con amabilidad. 

Para mí, esto a menudo se siente como separar dos magnetos. Hay un verdadero tirón para orientarme hacia otra parte, e intencionalmente tengo que traer mi atención de vuelta a la conciencia sensorial. A veces esto viene con intensidad o malestar —hay algo en el presente con lo que no quiero estar—. Sin embargo, la invitación es a hacer justamente eso: quedarme con la sensación y practicar el retorno a la conexión, aún cuando mis mecanismos de supervivencia me quieran llevar a otro lugar. Afortunadamente, el sistema nervioso usualmente se asienta cuando hacemos esto; nos transportamos hacia la seguridad. Este es el poder de la sintonía. 

Herramientas para la autorregulación

A medida que buscamos construir nuestra conciencia sintonizada, es útil identificar nuestros mecanismos de afrontamiento habituales. Por ejemplo, yo sé que debo estar consciente de la diferencia entre sentir la experiencia y pensar sobre lo que estoy sintiendo. Sucede de forma tan automática que, a menudo, ni siquiera noto cuando sucede. Pero como ya he aprendido a reconocer este hábito y a ser compasiva con sus orígenes, regreso a la conciencia sensorial con más facilidad y la presencia se hace disponible. Sé que estoy segura y que puedo atender a lo que estoy experimentando. Es la simple práctica de registrar el pensamiento versus sentir y de tener curiosidad acerca de la experiencia, lo que nos ayuda a reconectar. Es así como practicamos volver a la conciencia sensorial y estar más atentos a nuestras propias señales. Aprendemos cuál es el estado psicológico de seguridad, enraizado en el balance ventral-vagal. Mientras más familiar nos sea este proceso, más fácil será reconocer cuando hemos abandonado el momento presente para llevarnos de vuelta. 

La autenticidad depende de nuestra conexión con el cuerpo y las emociones. 

A medida que nos volvemos más hábiles para volver a la conciencia del momento presente, también obtenemos más claridad sobre lo que pasa cuando no estamos presentes: 

  • ¿Nos transportamos al pasado y nos quedamos ahí? 
  • ¿Nos proyectamos hacia el futuro?
  • ¿Nos movilizamos en lucha o huida?
  • ¿Nos apagamos en un congelamiento del sistema dorsal-vagal? 
  • ¿Nos invaden pensamientos, sentimientos o memorias específicas?
  • ¿Nos orientamos por el mundo a través de una percepción? 

Aquí es donde nos sirve la curiosidad compasiva —es una invitación a notar hacia dónde va nuestra atención, cuáles son las historias y creencias existentes, y cómo reaccionamos a ellas—. Mientras más lejos estamos del presente, más perpetuamos nuestros mecanismos de protección. Así es como las características se convierten en elementos determinantes a largo plazo y lo que empezó como un mecanismo de adaptación se hace cada vez más restrictivo. Hay algo dentro de nosotros que necesita completarse y eso solo es posible en el presente.  

El momento presente es donde habita el poder de transformación. Cada vez que estamos conectados en una relación sintonizada y nos sentimos seguros de estar presentes en nuestra experiencia, generamos un nuevo potencial a través de nuestra fisiología en tiempo real.  Esta práctica puede requerir varias repeticiones, pero el cambio es posible. Como Gabor nos recuerda: “Nadie puede cambiar el pasado, pero todos podemos cambiar el futuro”. 

Scroll al inicio