Esencia, ego y el camino hacia la integración – Parte Dos

¿Cómo trabajamos con ambos? ¿Por qué es necesario hacerlo? ¿Qué significa la sombra del ego?

En la parte uno de este texto reflexioné sobre la evolución de mi entendimiento sobre la esencia y el ego, no como ideas espirituales abstractas, sino como experiencias vividas que le dan forma a cómo me presento en mis relaciones, conmigo misma y con mis clientes. Cada vez está más claro que conocer la diferencia entre el ego y la esencia no es suficiente. Personal y profesionalmente, el trabajo real está en aprender a relacionarnos con ellos, navegar las tensiones, traerlos a conciencia, y decir sí a la sombra que inevitablemente emerge. 

Así es como se profundiza en este trabajo. 

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Crédito fotográfico

¿Cómo trabajamos con el ego?

Para mí, el trabajo con el ego empieza con respeto. Antes no creía esto. Al inicio de mi camino espiritual veía el ego como algo que hay que sobrellevar y disolver. Sin embargo, he llegado a entender lo que Jung decía hace mucho tiempo: el ego no es nuestro enemigo—es necesario para nuestro desarrollo. Es la parte de nosotros que negocia la realidad, que elige y que nos protege de lo que puede ser abrumador. En la sanación del trauma, el ego a menudo es quien responde primero. Se muestra en la disociación, en la defensa, en el perfeccionismo y en las metas inalcanzables que nos ponemos—todas estas son formas que aprendimos para mantenernos seguros. Reconocer y respetar el rol del ego es un paso importante en nuestro crecimiento personal y profesional. 

Pero lo que alguna vez nos mantuvo seguros, eventualmente se convierte en una jaula. Así que la invitación no es a destruir el ego, sino a hacernos amigos de él, a sostenerlo con una conciencia amorosa. La enseñanza de Tolle que dice, “observa al pensador”, ha sido vital. En mi práctica, a menudo me coloco en la silla del observador, notando cuando mi ego está narrando, comparando o reaccionando. Este acto simple de notar, suaviza el ego. 

Michael Brown ofrece un camino similar: sentir en lugar de arreglar. Él cree que la resistencia del ego se suaviza cuando conocemos nuestro cuerpo emocional sin tratar de cambiarlo. He experimentado esto cuando me resisto a mi ira, mi ego se encandila. Cuando puedo respirar ahí, algo se suaviza. El ego se relaja cuando siente que estoy dispuesta a sentir en lugar de huir. 

Thomas Hübl le suma una poderosa capa a todo esto. Nos recuerda que el ego no se puede integrar si está aislado. Nuestras heridas se formaron en relación, entonces la sanación a menudo se puede dar en relación también. A través de la presencia en sintonía con nosotros mismos, con otros o con un campo más amplio que nosotros, el ego puede empezar a confiar en que no tiene que hacerse cargo de todo. 

¿Cómo trabajamos con la esencia? 

Para trabajar con la esencia, más allá de hacer algo, permitimos. Es sutil y silenciosa, a menudo ignorada en culturas que están obsesionadas con el rendimiento y la productividad. Para mí, la esencia se revela cuando estoy presente, cuando suelto mis pensamientos, cuando me conecto con la naturaleza o cuando estoy en silencio con un cliente y siento esa energía sagrada entre nosotros. La esencia nos da la capacidad de conectar, amar y decir “Nosotros”. Esta es la esencia que da esperanza y un sentido de conexión personal y profesionalmente.

Almaas nos enseña que la esencia surge a través de la indagación, una especie de curiosidad somática que pone a la esencia en contacto directo con nuestra experiencia. En lugar de preguntar, “¿Cómo arreglo esto?” He aprendido a preguntar, “¿Qué está aquí en este momento? ” Este cambio de orientación crea espacio para que emerja la esencia, no como una meta, sino como un estado natural que siempre está presente, más allá del ruido. 

A menudo guío a mis clientes hacia este espacio también, no a través de darles respuestas, sino ayudándoles a ir más lento para notar lo que es real, lo que está vivo y lo que no es una historia. Y cuando entran en contacto con eso, algo se reordena, no desde un lugar de esfuerzo, sino de realineamiento. 

La esencia no grita. No compite. Simplemente es. Y mientras más orientados estamos hacia ella, más capacidad tenemos de sostener el miedo del ego a ser consumido. 

¿Por qué trabajamos con ambos?

La recuperación del trauma no solo se trata de liberar el dolor, también se trata de recordarnos de nuestra plenitud. Sentirnos completos incluye: nuestra luz, nuestra sombra, nuestro ego, nuestra esencia. Cuando tratamos de saltarnos al ego para llegar a la esencia, creamos lo que Hübl llama ‘evasión espiritual’—una sutil forma de disociación disfrazada de trascendencia. La evasión espiritual es un término que se usa para describir la tendencia de usar creencias y prácticas espirituales para evitar lidiar con los problemas emocionales y psicológicos. Es una forma de ‘saltarse’ el trabajo de crecimiento personal y sanación enfocándose solamente en los aspectos positivos de la espiritualidad. Cuando vivimos solamente desde el ego, nos podemos quedar atrapados en la reacción, en la actuación y en los ciclos de separación.

Necesitamos de ambos. El ego nos permite funcionar, diferenciar y decir “Yo”. La esencia nos da la capacidad de conectar, de amar y de decir, ‘Nosotros.’ Cuando estos dos aspectos están en relación consciente sucede algo maravilloso: avanzamos por el mundo con claridad y compasión. Cuando digo ‘relación consciente’, quiero decir un estado de consciencia en el que podemos reconocer cuando nuestro ego está al volante y conscientemente decidimos que la esencia va a tomar el control. Este balance nos permite ser instrumentos de la presencia, no perfectos, sino disponibles. Deberíamos buscar ese balance y esa armonía entre el ego y la esencia en nuestras vidas personales y profesionales. 

Esto es lo que quiero para mí y para mis clientes: no ser libre del ego, sino ser su amiga. No deberíamos vivir en esencia todo el tiempo, sino que deberíamos volver a ella constantemente como la base, alentándonos y motivándonos a continuar nuestro camino de crecimiento personal y profesional. ¿Por qué no aspirar a vivir en esencia todo el tiempo?

Porque la esencia es vasta, y somos humanos. 

Vivir en esencia significa estar en presencia, en amor, en verdad, en conciencia más allá del tiempo. Es espaciosa y luminosa. Pero también significa que no tiene ego, lo cual puede desorientarse, incluso puede ser una amenaza a las partes de nosotros que aún están sanando, que aún necesitan el control, la identidad, la seguridad o la validación.

Por ejemplo, cuando sentimos que necesitamos controlar una situación o necesitamos validación de los demás, ese es nuestro ego en acción. Por otro lado, cuando estamos totalmente presentes en el momento, sintiendo amor y verdad, esa es nuestra esencia brillando. No vivimos en esencia todo el tiempo porque estamos programados para sobrevivir. El ego organiza las experiencias, maneja los límites, protege nuestras heridas y nos da un sentido del yo. Sin el ego, no sabríamos cómo funcionar en un mundo de relojes, calendarios y contratos. 

Vivir en esencia todo el tiempo también podría disolver la fricción que permite el crecimiento, la creatividad y la intimidad. En realidad necesitamos de ambos: el ego para navegar la forma, y la esencia para recordarnos que somos más que eso. Este es el equilibrio que nos guía. 

No se trata de quedarnos sin esencia, se trata de recordarla, de volver a ella, de integrarla a nuestras formas de vivir, de hablar, de tocar y de elegir. Este proceso es un viaje de crecimiento y transformación. 

¿Qué es la sombra del ego? 

Si el ego es nuestra identidad consciente, entonces la sombra es todo aquello que nuestra identidad se rehúsa a ver. Jung describe la sombra como las partes rechazadas de uno mismo, las emociones, los deseos, los impulsos que hemos juzgado, suprimido o rechazado. Son los aspectos de nosotros que nos dijeron que eran “demasiado” o “no suficiente”. Con el tiempo, estas partes exiliadas se acumulan en el inconsciente y guían nuestro comportamiento tras bambalinas. 

La sombra de mi ego surge cuando estoy reactiva, cuando juzgo o me sobre-identifico con ser ‘la sanadora’. Aparece cuando pretendo estar tranquila pero en realidad siento resentimiento, cuando evado mi dolor en nombre del profesionalismo, y cuando tengo miedo de ser vulnerable porque alguna parte antigua de mí aún cree que eso es peligroso. Por ejemplo, cuando me pongo a la defensiva en un desacuerdo, la sombra de mi ego está presente. Otra manifestación de mi sombra es cuando tengo celos del éxito de un colega. Otras manifestaciones comunes de la sombra del ego incluyen sentirse superior o inferior a otros, criticarse demasiado o tener la necesidad de controlar las situaciones. 

Tolle llama a esta reactividad “inconsciente”, son los momentos en que el cuerpo dolor secuestra el presente y repite el pasado. Michael Brown lo llama “carga emocional”: emociones de la infancia suprimidas que distorsionan nuestra percepción hasta que se integran. Carga emocional es el término que se usa para describir la intensa energía emocional que guardamos en el cuerpo cuando no procesamos totalmente nuestros sentimientos. Esta energía guardada a menudo puede influenciar nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos sin que nos demos cuenta. Hübl expande esta lente aún más, apuntando hacia la sombra colectiva—trauma cultural, ancestral y social sin procesar, que cargamos y perpetuamos a menos que elijamos interrumpir el ciclo conscientemente. 

Lo que más me asombra es que la sombra no es inherentemente negativa—solo no la vemos. Y lo que no vemos nos gobierna. Pero cuando la miramos con presencia y curiosidad, se convierte en un portal hacia la esencia. 

La integración como una forma de vida 

Estos días vivo menos de las respuestas y más desde la indagación. No siempre soy exitosa. Mi ego aún quiere control, validación y certeza. Mi esencia invita a la rendición, a la apertura y a la humildad. Y mi sombra, pues siempre está cerca, esperando ser recibida con compasión. 

Pero estoy aprendiendo, suavizando y navegando cada vez más cerca de algo que se siente profundamente verdadero: sanar no se trata de convertirse en algo más, se trata de convertirnos más en nosotros. Se trata de unir al ego, a la esencia y a la sombra y convertirlos en un tejido de plenitud que pueda sostener nuestras propias historias y las de quienes acompañamos. 

Esa es la invitación más profunda que siento ahora, recibir cada momento, a cada cliente, a cada parte de mí misma con presencia, para caminar hacia la integración no como si fuera una tarea, sino como un acto de devoción. Y quizás de eso se trata este camino, quizás no se trata de la perfección o de la trascendencia, sino de acordarnos quién somos, una y otra vez hasta que incluso el ego se convierta en un portal hacia lo divino. 

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